Por José Luis Molano Bravo
La reforma de Suarez de la Seguridad Social de 1978 fue un equilibrio adaptado a las necesidades del capital, derivado de Los Pactos de la Moncloa. Se modificaron las cosas, desde “los cabezas de familias “como sujeto social de referencia de la dictadura, y la creación de una serie de organismos gestores, para hacerla más concordantes con la nueva realidad política y laboral, años de fuertes luchas y movilizaciones obreras, reconversiones industriales y perspectiva europea… Después de más de cuarenta años soplan nuevos vientos de reformas que vienen de la mano de las “Recomendaciones del Pacto de Toledo.”
La actual situación mundial globalizada se caracteriza por la fuerte centralización del capital, la descentralización de la producción, fuerte revolución robótica y tecnológica, maquilación de la producción con emigrantes semi-esclavos, empresas de trabajo temporal que invisibilizan a los explotadores… etc. etc. En un contexto de fuerte competencia geoestratégica y económica entre Occidente y China, crisis económica sin superar y una crisis climática con catastróficos resultados.
Esta es la causa, la base material sobre la que descansa una enorme bolsa de miserable supervivencia y pobreza, cada vez más amplia de millones de personas que malviven en la miseria de la economía sumergida, el trabajo por cuenta ajena no regulado, la mendicidad y el trabajo doméstico de cuidados sufrido por millones de mujeres …
¿Por qué no tienen esos sectores de población derecho de ser regulados, de ser cotizantes y de aspirar a una pensión digna? ¿Por qué no pueden convivir los dos sistemas, uno vinculado al mercado laboral basado en sus propias cotizaciones, el actual contributivo y otro dependiente de los presupuestos generales del estado?
Esta aparente contradicción en el seno del pueblo debe superarse y resolverse desde un punto de vista de clase -de toda la clase trabajadora- para que no se convierta en el caldo de cultivo de las pensiones privadas, y deterioro generalizado que ponga en peligro de desaparición al actual sistema de reparto de las pensiones pública.
Las pensiones contributivas no pueden mantenerse al margen de los millones de personas que no tienen “ni donde caerse muertas”; en esas condiciones son inviables, la miseria solo trae bajos salarios y estas cotizaciones miserables. Este es el reto: los “no contributivos” no tienen más remedio que organizarse con la ayuda de los sectores más avanzados ya organizados, como ya lo han hecho los de ASJUBI40 de jubilación anticipada sin penalización…de lo contrario unos y otros sucumbiremos.
Por último, la desaparición del “sistema público contributivo de pensiones” supondría la caída automática del poder adquisitivo de los salarios y el aumento de la cuota de beneficio de los empresarios El capital dejaría de anotar en los gastos de producción las cotizaciones sociales y el trabajador perdería el salario diferido que actualmente tenemos con las pensiones. en el actual sistema de reparto. Una catástrofe.
JL Molano. 17-03-21
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